Comentario
De la paz que el gobernador asentó con los indios agaces
En la ribera de este río del Paraguay está una nasción de indios que se llaman agaces; es una gente muy temida de todas las nasciones de aquella tierra; allende de ser valientes hombres y muy usados en la guerra, son muy grandes traidores, que debajo de palabra de paz han hecho grandes estragos y muertes en otras gentes y aun en propios parientes suyos por hacerse señores de toda la tierra; de manera que no se confían de ellos. Esta es una gente muy crescida, de grandes cuerpos y miembros como gigantes; andan hechos corsarios por el río en canoas; saltan en tierra a hacer robos y presas en los guaraníes, que tienen por principales enemigos; mantiénense de caza y pesquería del río y de la tierra, y no siembran, y tienen por costumbre de tomar captivos de los guaraníes, y tráenlos maniatados dentro de sus canoas, y lléganse a la propia tierra donde son naturales y salen sus parientes para rescatarlos, y delante de sus padres e hijos, mujeres y deudos, les dan crueles azotes y les dicen que les trayan de comer, si no que los matarán. Luego les traen muchos mantenimientos, hasta que les cargan las armas; y se vuelven a sus casas, y llévanse los prisioneros, y esto hacen muchas veces, y son pocos los que rescatan; porque después que están hartos de traerlos en sus canoas y de azotarlos, los cortan las cabezas y las ponen por la ribera del río hincadas en unos palos muy altos. A estos indios, antes que fuese a la dicha provincia el gobernador, les hicieron guerra los españoles que en ella residían, y habían muerto a muchos de ellos, y asentaron paz con los dichos indios, la cual quebrantaron, como lo acostumbraban, haciendo daños a la guaraníes muchas veces, llevando muchas provisiones; y cuando el gobernador llegó a la ciudad de la Ascensión había pocos días que los agaces habían roto las paces y habían salteado y robado ciertos pueblos de los guaraníes, y cada día venían a desasosegar y dar rebato a la ciudad de la Ascensión; y como los indios agaces supieron de la venida del gobernador, los hombres más principales de ellos, que se llaman Abacoten y Tabor y Alabos, acompañados de otros muchos de su generación, vinieron en sus canoas y desembarcaron en el puerto de la ciudad, y salidos en tierra, se vinieron a poner en presencia del gobernador, y dijeron que ellos venían a dar la obediencia a Su Majestad y a ser amigos de los españoles, y que si hasta allí no habían guardado la paz, había sido por atrevimiento de algunos mancebos locos que sin su licencia salían y daban causa a que se creyese que ellos quebraban y rompían la paz, que los tales habían sido castigados; y rogaron al gobernador los recebiese e hiciese paz con ellos y con los españoles, y que ellos la guardarían y conservarían, estando presentes los religiosos y clérigos y oficiales de Su Majestad. Hecho su mensaje, el gobernador los recebió con todo buen amor y les dio por respuesta que era contento de los rescebir por vasallos de Su Majestad y por amigos de los cristianos, con tanto que guardasen las condiciones de la paz y no la rompiesen como otras veces lo habían hecho, con apercebimiento que los tendrían por enemigos capitales y les harían la guerra; y de esta manera se asentó la paz y quedaron por amigos de los españoles y de los naturales guaraníes, y de allí adelante los mandó favorescer y socorrer de mantenimientos; y las condiciones y posturas de la paz, para que fuese guardada y conservada, fue que los dichos indios agaces principales, ni los otros de su generación, todos juntos ni divididos, en manera alguna, cuando hobiesen de venir en sus canoas por la ribera del río Paraguay, entrando por tierra de los guaraníes, o hasta llegar al puerto de la ciudad de Ascensión, hobiese de ser y fuese de día claro y no de noche, y por la otra parte de la ribera del río, no por donde los otros indios guaraníes y españoles tienen sus pueblos y labranzas; y que no saltasen en tierra, y que cesase la guerra que tenían con los indios guaraníes y no les hiciesen ningún mal ni daño, por ser, como eran, vasallos de Su Majestad; que volviesen y restituyesen ciertos indios e indias de la dicha generación que habían captivado durante el tiempo de la paz, porque eran cristianos y se quejaban sus parientes, y que a los españoles e indios guaraníes que anduviesen por el río a pescar y por la tierra a cazar no les hiciesen daño ni les impidiesen la caza y pesquería, y que algunas mujeres, hijas y parientas de los agaces, que hablan traído a las doctrinar, que las dejasen permanescer en la santa obra y no las llevasen ni hiciesen ir ni ausentar; y que guardando las condiciones los ternían por amigos, y donde no, por cualquier de ellas que así no guardasen, procederían contra ellos; y siendo por ellos bien entendidas las condiciones y apercebimientos, prometieron de las guardar; y de esta manera se asentó con ellos la paz y dieron la obediencia.